Las restricciones en Shanghái comenzaron oficialmente el pasado 28 de marzo, aunque para entonces ya había edificios residenciales que llevaban semanas completamente aislados del exterior. La ciudad quedó completamente paralizada el 5 de abril, tras el fracaso de la cuarentena en dos fases a ambos lados del río Huangpu. Un cierre que ha provocado una grave escasez de alimentos y otros suministros esenciales, como han reconocido las propias autoridades chinas, sorprendidas por la agresividad de los contagios. Ante el descontento general, el gobierno chino comenzó a relajar la cuarentena, pero esto ha llevado a que el miedo se extienda por el país.
La relajación de la cuarenta en Shanghái ha disparado las armas, ante el aumento de brotes por el país, donde preocupa especialmente Beijing, capital de China. Tres cuartas partes de los 22 millones de habitantes de la ciudad empezaron a hacer cola para someterse a pruebas del COVID, mientras las autoridades de la capital china se apresuraban a erradicar un brote de 40 casos y evitar el tipo de confinamiento en toda la ciudad que ha afectado a Shanghái durante un mes, con graves consecuencias.
Shanghái en el comercio global
Shanghái es la segunda ciudad más poblada del país y la tercera del mundo, con más de 29 millones de personas. La población es el ejemplo del despertar chino, la boyante ciudad contaba en el año 2000 con 16 millones. Debido a su localización estratégica con salida al mar, actualmente es el mayor puerto del mundo por volumen de mercancías. La población es el principal centro comercial y financiero de China y uno de los más importantes por su nivel de transacciones. La Bolsa de Shanghái es la que más crecimiento acumula, a pesar de no estar totalmente abierta a los inversores extranjeros, ya es considerada la segunda más grande por negociación de activos.
En esta ciudad están asentadas la mayoría de multinacionales internacionales que ahora ven peligrar el stock de ordenadores, videoconsolas, teléfonos móviles, servidores o coches eléctricos, un ejemplo de ellas es Apple. Si las restricciones continúan, a pesar de los planes de reactivación, la producción de todos estos bienes podría suspenderse. Esto afectaría a empresas chinas, pero también a americanas y europeas. A la crisis de producción se une otra crisis comercial, el cierre de Shanghái está provocando una congestión en el puerto más grande del mundo y puede suponer una nueva rotura de las cadenas logísticas mundiales, ya sobrecargadas.
El puerto de Shanghái, la clave del comercio mundial
El año 2021 registró un volumen de más de 47 millones de contenedores. De ahí que cualquier distorsión en su funcionamiento impacte en el comercio y la producción de todas las economías mundiales. El puerto está operando al 25% de su capacidad, como consecuencia de las duras restricciones impuestas por el Gobierno chino para frenar el enésimo brote de covid. De mantenerse parte de las restricciones o su extensión al resto de China, tensionará aún más la cadena global de suministros y lastrará la competitividad de un sector esencial para las economías en el que cualquier cambio, por pequeño que sea, afecta a todos los eslabones de la cadena.
Las tensionadas cadenas logísticas
La crisis marítima de la segunda mitad de 2021, provocada por un exceso de demanda y un acaparamiento de barcos por parte de China, multiplicó por cinco el precio de los fletes marítimos y duplicó el tiempo medio de recepción de la mercancía, de cuatro a ocho semanas. A esto hay que sumarle el encarecimiento en cadena del petróleo y de todas las materias primas. Además, ahora el encierro de Shanghái, que ha supuesto una puntilla más para el sector de la logística y el transporte, especialmente para el transporte marítimo mundial. Y en cuarto lugar, la inflación descontrolada, que impulsa al alza todos los costes y suman un nuevo daño a las redes de transporte.
Afectación de la crisis de suministros a Europa frente a las sanciones en la sociedad rusa
Desde marzo de 2014, la UE ha impuesto progresivamente medidas restrictivas contra Rusia. Las medidas se adoptaron en respuesta a la invasión de Crimea. Las medidas aplicadas por la UE se engloban en cinco tipos. Medidas diplomáticas, medidas restrictivas individuales, restricciones a las relaciones económicas con Crimea y Sebastopol, sanciones económicas y restricciones a la cooperación económica. Desde ese momento, Rusia fue preparando su economía para que ese tipo de medidas económicas no le afectasen, o le afectasen lo mínimo. Por un lado, buscó nuevos compradores para sus exportaciones de gas, petróleo o carbón, principalmente en China e India.
Aunque las sanciones internacionales están dañando a la economía rusa, especialmente las impuestas tras el ataque a Ucrania, el Kremlin lo tenía parcialmente preparado. Además, estableció pruebas(ahora ya funcionando sólo con ese sistema) en un sistema de pago interbancario de origen chino, para evitar el sistema SWIFT usado por EEUU y sus aliados. También, ha puesto en marcha medidas para saltarse las sanciones con la experiencia de Corea del Norte e Irán. Si a esto le sumamos que la sociedad rusa tiene capacidad de sufrimiento, puede que Rusia pueda extender en el tiempo la convivencia con estas sanciones.
La falta de capacidad de sacrificio en la sociedad de la Unión Europea
Moscú tiene cuentas paralelas, reservas de todo tipo y una economía no totalmente dependiente de los mercados financieros, que le permiten suavizar los problemas internacionales. En cambio, otra crisis de suministros puede poner contra las cuerdas a la sociedad europea. La situación tras el Covid nos mostró la debilidad del sistema europeo de dependencia exterior. Si no fuera por la intervención en masa de los gobiernos, el tejido empresarial de la UE, estaría gravemente dañado. Aún con la colaboración estatal, muchas empresas están cercanas a la quiebra. A esto se le sumó la crisis de los combustibles, para una sociedad que importa grandes cantidades de energía, los elevados precios están disparando la inflación, y, por lo tanto, dañando el poder adquisitivo.
Si la crisis del comercio internacional se extiende en el tiempo, la sociedad europea puede sufrir más que la rusa por las sanciones. Esto podría llevar a una presión social que demandará suavizar las sanciones a Rusia, con el objetivo de restablecer parte de las materias primas que introduce en el comercio global, suavizando la crisis multilateral que sufre Europa. El pueblo ruso ha sufrido carestía de alimentos, hambrunas y calamidades hasta no hace mucho, sumado a una historia de sacrificios. En frente tiene a una sociedad europea que ya no conoce la necesidad, y ante una situación de crisis, puede verse duramente afectada.
La gente que sabe lo que es sufrir realmente en España es mayor, o sea que su capacidad de resistencia está dañada. La mayoría de jóvenes no sabemos lo que es no comer cuándo queremos, los rusos y leen y aprenden sobre ello.